Dominar el mundo emocional es especialmente difícil, porque estas habilidades deben ejercitarse en aquellos momentos en que la persona se encuentra en el peor momento y condición para asimilar
información y aprender hábitos de respuesta nuevos, es decir, cuando tienen problemas inesperados. Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución. Las fortalezas y debilidades de la competencia emocional de un jefe
pueden medirse, respectivamente, con el pleno aprovechamiento o el mal uso del talento
de sus subordinados. La compasión se erige sobre la empatía que, a su vez,requiere prestar atención a los demás. Si estamos absortos en nosotros, no nos daremos cuenta de los demás y seguiremos nuestro camino, indiferentes a su
sufrimiento. El logro real no depende tanto del talento como de la capacidad de
seguir adelante a pesar de los fracasos Cada emoción nos predispone de un modo diferente a la acción; cada una de ellas nos señala una dirección que, en el pasado, permitió resolver adecuadamente los innumerables desafíos a que se ha
visto sometida la existencia humana. En el mejor de los casos, el C.I (coeficiente intelectual) parece aportar tan sólo un 20% de los factores determinantes del éxito.